jueves, 31 de diciembre de 2009

Mujeres: Hannah Wilke.


Hannah Wilke fue una gran artista de cuyo legado podemos disfrutar en cualquiera de las exposiciones en las que sus obras sean expuestas. Escultora adelantada a su época, definió el grueso de su obra siguiendo una atrevida línea de trabajo, en la que su cuerpo se convirtió en el centro de su arte.
En un principio, en sus obras, enmarcadas en una época de reivindicación, expresó el deseo de cambio mediante sus dibujos, esculturas, fotografías, vídeos, etc. Concienciar a la sociedad de las desigualdades existentes era para la artista una premisa vital para futuros cambios o transformaciones. Así, en este clima de reivindicación, Hannah inicia su trayectoria como artista. Valiente, comprometida, descarada y con gran desparpajo, decidió hacer de su trabajo una reivindicación en favor de la mujer, para que fuera reconocida como un ser activo, pensante y creativo.
Su obra se cimenta sobre una base expresionista abstracta. En los primeros dibujos de Hannah se aprecia una clara influencia de Arshile Gorky. No es deseo del azar, ni tampoco casualidad que Wilke recreara la sexualidad femenina. Observando las obras de Gorky se comtemplan frutas y flores que evolucionan a formas genitales, así Hannah adaptó esta idea a sus dibujos y esculturas.

Su obra, como la de tantas artistas americanas coetáneas, refleja los sentimientos, pensamientos e intimidad de Hannah como mujer, para lo que exploró nuevas fórmulas de expresión como el vídeo y la performance. Wilke quiso transmitir la experiencia femenina en el arte. Como se repite a lo largo de toda su trayectoria, el interior es lo que prima frente al exterior, es decir, frente a los cánones de belleza establecidos. Ya en 1974 Hannah empleó su cuerpo en las primeras performances que realizó, convirtiéndolo en el centro de su arte, y realizando, además, una dura crítica contra los superficiales valores que regían la sociedad. Ejemplo de ésto son, la performance Hannah Wilke Super-T-Art y el vídeo Gestures, en el que “moldea” su rostro como si de una escultura se tratara.

En esta reivindicación, Hannah posiciona su trabajo frente al discurso patriarcal imperante que lo abarcaba absolutamente todo, enfrentó sutilmente sus obras a los postulados de una sociedad regida por normas masculinas, en las que la figura femenina quedaba relegada a un segundo plano, sepultada por unos estereotipos predefinidos que la convertía automáticamente en sujeto pasivo. Las artistas como Wilke reivindicaban también el reconocimiento de mujeres artistas que la Historia del Arte no había reconocido y cuyos nombres habían quedado eclipsados por artistas del género opuesto.


En un principio, sus creaciones muestran las emociones y la intimidad de la artista, idea ésta que aporta al trabajo un sentido diferente al habitual. En la época que Hannah emplea esta temática, absolutamente infravalorada, recibe mordaces críticas. Su obra se ve plagada de esculturas vaginales que realiza con chicle, cerámica, lino, goma de borrar y otros tantos materiales blandos, fácilmente maleables, semejantes a la textura de la carne.

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